Por César Bianchi
@Chechobianchi
Noelia se subió a cantar frente al público trinitario, su gente. Bajó la cabeza para que no la vieran morirse de nervios y casi escondiendo su rostro dijo: “Muchas gracias… Ya vienen Los Nocheros”. Mientras cantaba, estudiaba piano (luego fue profesora de ese instrumento) y hacía sus primeros pinitos en Sin fronteras, el programa del pueblo donde arrancó como coconductora. Es más: el propio conductor del programa fue el ojeador que la vio cantando y le vio uñas para guitarrera en la TV.
Y no le erró. Tras ganar un concurso de talentos, entró como movilera a Canal 10, luego fue coconductora de Desvelados, el programa que ella misma miraba cuando llegaba tarde a su casa. Se tuvo que ir del 10, trabajó en VTV, en Canal 5 y hasta en la Unidad de Comunicación del Ministerio del Interior. Hasta que la llamaron para cubrir carnaval en TV Ciudad. Un día vio una ventanita para volver a Canal 10, y se metió. Desde entonces, cuando ingresó a La mañana en casa, ya no tuvo techo. Condujo Amamos el talento, La voz y La voz kids, y hoy tiene otro ofrecimiento en el canal.
Pero a diferencia de aquella gurisa de Flores que llamó la atención por su simpatía y frescura, esta mujer (39), que ya es mamá de Olivia, tiene claro qué aceptar y qué no, qué tipo de empleos quiere tomar, qué responsabilidades asumir y cuáles es mejor dejar pasar. ite que a la joven Noelia le faltó formación en “inteligencia emocional” y hoy quiere compensar esa carencia en su hija Olivia, de cuatro años. Para eso le canta todas las noches un mantra que la niña tararea de memoria: “Soy hermosa, soy poderosa, soy valiente, soy valiosa; soy grande, soy fuerte, soy muy inteligente. Yo quiero, yo puedo, y yo me lo merezco; esto es lo que soy, yo me voy a abrazar, tengo muchos sueños ¡y los voy a lograr!”.
¿Cómo dirías que fue tu infancia en Trinidad, Flores?
Ay, divina. Una infancia feliz. De jugar en la calle, en la vereda, de cruzar a la casa de mi abuela, de conocer a mis vecinos. Una infancia feliz y cercana; tengo los mejores recuerdos. Con un hermano cinco años mayor que yo, que dejaba que yo jugara muchas veces con él y sus amigos, que me metiera en algún peloteo, ahí a la vuelta de mi casa. Porque jugábamos en la calle, no teníamos rejas, no teníamos nada.
A los 13 años fuiste telonera de Los Nocheros y, desde entonces, comenzaste a cantar en eventos. ¿Te pusiste a pensar que, quizás, pudiste haber tenido una carrera como cantante?
En ese momento me encantaba cantar. Yo no estudié canto, en realidad. Pero estaba dando mis primeros pasos. Sí siento que el canto fue lo que me hizo descubrir mi verdadera vocación, porque gracias al canto una persona me llamó para trabajar en la televisión. Fue Jorge Cabrera, que tenía un programa cultural —y lo sigue teniendo— en Trinidad; me vio porque filmaba festivales —lo sigue haciendo—, hacía coberturas de distintos festivales. Yo cantaba en algunos festivales del interior de Trinidad, en centritos poblados de ahí. Él me vio y me llamó para trabajar en televisión.
Yo tenía 15 años y dije: “No, no, me da mucha vergüenza”. Yo cantaba y después le decía al guitarrista: “¿Vos podés decir ‘gracias’? Porque me muero de la vergüenza”. Nadie cree cuando lo cuento, pero es real. O, si no, agachaba la cabeza y decía: “Gracias”. Y dije: “Madre mía, ¿qué me ve este hombre?”. Porque yo era súper tímida en el escenario. No sé qué me vio, pero se lo agradezco hasta el día de hoy. Porque el día que me senté ahí, dije: “Ya está, yo lo que quiero hacer es esto”. Entonces, le debo mucho al canto.
Tu primera incursión en la TV fue en tu pueblo, en un canal de cable, ¿no?
Ahí, con él, en Sin fronteras, en ese programa que existe hasta el día de hoy. Fue divino. Yo hacía notas, pero fue como al revés: empecé a coconducir con él. Estábamos sentados en una banqueta. Ese programa se emite hasta el día de hoy, los jueves, a las 21 horas. Y estábamos sentados ahí en unas banquetitas. Era bien rústica la escenografía, bien de un programa que refleja el interior, los festivales, la cultura del departamento. Y ahí él me iba guiando en qué era lo que teníamos que hacer. Presentábamos tapes y demás. Ahí dije: “Larranois” Carrero por primera vez. Es uno de mis errores garrafales en televisión. Ahí aprendí a decir “Larbanois-Carrero”. Pero me acuerdo hasta el día de hoy, entre los nervios, la inexperiencia y todo. Jorge Cabrera me ayudó muchísimo y me dio herramientas para seguir. Después hice radio también, ahí en Trinidad.

Noelia Etcheverry. Foto: Javier Noceti.
¿Y te imaginabas que ahí podía comenzar una prolífica carrera como comunicadora? ¿O ni se te pasaba por la cabeza? ¿Lo tomabas como un pasatiempo?
En realidad, sí, como todo eso. Pero también entendí que era lo que quería hacer el resto de mi vida. Ahora, cuando terminé el liceo y me tenía que venir a Montevideo, con todo el esfuerzo que les implicaba a mis padres, y sabiendo cómo era la realidad en los medios de Trinidad, ahí no proyectaba un futuro en la TV de la capital. Sentía que no tenía chances.
Te viniste a Montevideo, en principio, para estudiar Relaciones Internacionales. ¿Qué pasó? ¿Por qué el cambio de timón, para estudiar Comunicación?
Fue el primer año de adaptación a Montevideo. Me sentía horrible, la pasaba mal. Entraba a la facultad, tenía palpitaciones. Adelgacé mucho. Capaz que hoy me pueden decir que en ese momento tenía ataques de pánico. La pasaba mal, de verdad. Me sentía mal. No podía hablar con mis padres por teléfono porque me angustiaba mucho. Viajaba todos los fines de semana para Trinidad. Estuve un año y medio así. Y yo volvía a Trinidad y decía: “Me quiero volver para acá”. Y entonces, como que ese año fue casi perdido —entiendo que es un aprendizaje—, es un año que no disfruté.
Y ahí dijiste: “Voy a probar Comunicación”…
No, el segundo año hice Trabajo Social. Yo estaba con que no quería estudiar Comunicación, porque no iba a volver a Trinidad a hacer lo mismo que hacía antes, al mismo trabajo que tenía. Que no iba a poder vivir de eso. O sea, no proyectaba.
¿No pensaste que se te podían abrir puertas en Montevideo?
Nunca me imaginé que se me iban a abrir las puertas. Cuando estaba haciendo Trabajo Social, una carrera que sí me gustaba, el primer año venía todo bien. Ahí surge el CONTA, el Concurso Nacional de Talento para Televisión. Dije: “Bueno, me voy a presentar”. Y a la par de estudiar esa carrera, iba los fines de semana a Flores a hacer algún programa de radio. Seguía vinculada a los medios en Trinidad. Fueron mis propios compañeros que me ayudaron a presentarme. Me presenté el último día. Se presentaron 1.600 personas, e increíblemente gané. Y eso me cambió la pisada. Y ahí sí empecé a estudiar Comunicación, y me recibí y todo.

Noelia Etcheverry. Foto: Javier Noceti.
Sos un producto de la Universidad de la República. ¿Sos de las que reivindica y hace cuestión de estudiar en la universidad pública?
De la educación pública, diría yo, porque toda mi educación ha sido educación pública: inicial, Primaria, liceo. Para mí, la universidad pública es la que me dio y es la que les da todas las herramientas a los estudiantes que no pueden acceder a otra. Yo valoro mucho lo que recibí ahí. Confío en todo lo que recibí, en los docentes, en los compañeros. Estoy muy agradecida de la educación pública. Y además lo que la universidad no me podía dar me lo daban compañeros de trabajo, por ejemplo. Yo la hice en la Liccom, que a nivel técnico no tenía las mejores herramientas para hacer la práctica.
En mi época —años 90—, la licenciatura en la Udelar tenía demasiadas falencias: profesores que faltaban, huelgas, salones que se llovían. Y se decía que la pública era demasiado teórica y con poca práctica. Con los años, la formación en la hoy FIC, cambió, mejoró muchísimo. ¿Vos sentiste alguna carencia en la formación?
Yo estoy agradecida de todo lo que recibí. Siento que faltaban herramientas a nivel técnico, sobre todo. Conseguir equipos era muy difícil. Yo me acuerdo que de un trabajo que tuve me compré mi primera computadora, una Acer, con la que pude editar mi trabajo de periodismo y trabajaba en ese momento en una productora, en Nepal (la productora de Rafa Villanueva), y ellos me ayudaron muchísimo, por ejemplo. Siempre que trabajé en la universidad, tuve la oportunidad de que compañeros me ayudaran a nivel técnico, me dieran una mano, me dieran un consejo, me dieran hasta entrevistas que tenía que hacer, que es muy difícil. Cada vez que un estudiante me llama, trato de ayudarlo porque sé que a veces te piden eso y es muy difícil acceder, y más en aquel momento, sin celulares.
Pero sí, faltaban muchas herramientas. Por eso me da tanto orgullo ver la universidad ahora. He ido a votar, he ido a conocerla, me encanta lo que veo. Nosotros llegamos a ingresar a los salones que se llovían haciendo un puente, se hacía un puente con sillas blancas. El salón 1, que era el de los primeros, se llovía a morir. No me pasó eso de que los profesores faltaran. Y tuve un equipo de compañeros divinos que hoy casi todos están trabajando, y eso también me llena de orgullo, en un lado o en el otro, porque sé lo difícil que es. Pero cuando yo empecé en comunicación ya estaba en Canal 10, entonces llevaba a compañeros a conocer el canal. Después estuve en esa productora y en otros lugares, y siempre encontré ayuda y sostén del otro lado. Y hacer la carrera con una práctica era como un gol de media cancha. Creo que tuve mucha suerte, pero si mis viejos me hubiesen podido pagar la [universidad] privada, hubiese elegido una privada para hacer comunicación, sin quitar el agradecimiento a todo lo que recibí. Soy hija de la educación pública y agradecida, pero en ese momento había muchas carencias.
Llegaste a Canal 10 en 2005 tras ganar un concurso de talentos, y comenzaste como notera de La culpa es nuestra, y luego fuiste coconductora junto a Pablo Robles de Desvelados, un programa sobre la medianoche. ¿Cómo recordás esos inicios?
¡Divino! Con Pablo me llevo hasta el día de hoy, lo adoro. Yo siempre digo que no sabía mucho dónde estaba parada, no era consciente de lo que me estaba pasando. Lo primero que hice fue ir a Punta del Este, un lugar que no conocía, a trabajar para hacer notas para La culpa es nuestra. Y lo disfruté mucho, pero estaba también eso, como que estaba un poco apabullada. Era todo nuevo. Yo venía de trabajar en aquellas dos butaquitas rústicas y hacer algunas notas, y empecé a trabajar en un programa que tenía mucha exposición. Empecé a salir a la calle y la gente me reconocía. Empecé a trabajar nada más y nada menos que con [Gonzalo] Cammarota, El Piñe [Jorge Piñeyrúa], Gonzalo Delgado, Alvarito Carballo también debutaba en tele ahí.
Y después, cuando ese ciclo se terminó, hice un casting para entrar a Desvelados. Se presentaron casi 60 chicas, porque la conductora, que era Lucía Etchegaray, tenía a su hijo muy chiquito y dejó el programa a los pocos meses. Yo lo veía todas las noches, llegaba a mi casa de La culpa es nuestra y lo veía. Y creo que eso fue lo que me valió el pase a quedarme en el programa: que la tenía clarísima.

Noelia Etcheverry. Foto: Javier Noceti.
Después fuiste asistente de producción en Canal 5, hiciste notas en VTV y te incorporaste a TV Ciudad para cubrir carnaval. Hasta que en 2017 tuviste una revancha en Canal 10, al sumarte a La mañana en casa. ¿Cuánto deseaste y cuánto hiciste por volver al 10?
No sé si es por volver al 10, pero yo soñaba con estar en un programa de la mañana. Me encantaba: los veía, me gustaba. Me gustaba la dinámica del magazine, y la posibilidad de estar todos los días en un lugar distinto, conocer historias, enriquecerte. Desde la primera vez que pisé Punta del Este, un lugar que no tenía idea, imaginate todo lo que vos podés hacer. Estar en Montevideo y salir a algún departamento cercano, viajar, que era uno de mis sueños también: viajar con el móvil, que lo logramos con La mañana en casa, después de dos años de insistir. Un día me dijeron: “está bien”, y recorrimos un montón de festivales del interior. Porque era algo que estaba en el debe. Es entendible: los recursos finitos, la dinámica de un programa diario, pero siempre estaba todo muy centralizado. Y la gente del interior es impresionante lo que ve, y lo digo yo, como una niña que se crio mirando los canales de Montevideo.
Yo estaba en TV Ciudad, estaba súper bien, trabajando recontenta, hacía Después vemos, un programa con Noelia Campo y Jorge Temponi, hacía móviles nocturnos, y me encantaba. Y una muchacha que trabaja en gráficos, y también trabajaba en Canal 10, me dijo: “Che, mirá que están haciendo un casting en Canal 10, es cerrado, tenés que mandar tu currículum”. Era mandar tu currículum, te eligen, te llaman, hacés una prueba, todo en una semana. Al otro día tenía el CV armado. Se lo debo a Verónica, esa compañera, que fue la que le acercó mi currículum a Susana Estavillo, productora de la mañana en ese entonces. Me llamaron y me dijeron: “Tenés que venir una semana”, y yo les mandé las ideas que tenía, me las llevaron todas ya desde el casting. Y después no quise mirar más el programa hasta que se revelara, porque no quería saber, no quería matar esa ilusión. Dije: “Ta, que sea lo que tenga que ser”. Y en ese caso, no solo votaron las gerencias, sino también los propios compañeros, así que eso fue relindo para mí.
En Canal 10 tuviste otras oportunidades, más allá del magazine matutino: Amamos el talento como derivación de GOT Talent, hoy sos conductora de Sonríe, La voz y La voz kids. ¿Cuál ha sido tu desafío profesional más importante como conductora?
Creo que La Voz, de adultos, porque fue el primer programa en mi vida en el que estuve sola frente a un programa, más allá de la dimensión de ese programa. Y venía de conducirlo, nada más y nada menos que Natalia Oreiro, que es una mochila que yo no me quiero cargar, pero que es increíble. Todo el mundo estaba con esa imagen de Natalia, y para mí era muy fuerte, fue un gran desafío, pero yo lo acepté y me puse a trabajar.
Siento que hice lo mejor que pude y que se mantuvo como mi esencia también, que es lo importante y que uno no puede perder el norte, pese a que es un formato show. De hecho, ahora me pasa, estábamos grabando Kids, y me pasa que yo quiero ir a abrazarlos, quiero estar con ellos; soy mamá, además. Entonces me pasan un montón de cosas: me emociono, me río, lo vivo desde un lugar re lindo.
Y en tu entorno laboral, en el medio donde trabajás, conociste el amor. ¿Quién dio el primer paso? ¿Quién avanzó a quién?
Él era mi camarógrafo en las mañanas; Fabri sigue trabajando ahí. Y en realidad fue mitad y mitad, porque fue un poco que yo empecé a ver algunas señales y al principio decía: “No, no, yo acá no quiero. Vuelvo al canal después de tantos años, yo no quiero que piensen nada”. ¿Por qué uno piensa tanto? No somos tan importantes, pero, bueno, uno quiere hacer las cosas bien. Empezamos a hablar mucho, tenía tres trabajos en ese momento, salía de mi casa muy temprano y volvía muy tarde, y él me empezó a llamar, él era súper tímido, y me dejaba algunos tápers con comida. Un día yo lo invité a ver a Chacho Ramos, un fenómeno. Fuimos a ver a Chacho, después salimos a cenar, fue el 20 de julio del 2017. Y no nos separamos nunca más.
Incursionaste en streaming, vos también. Estás en Mucho, con Germán Medina y Leo Paccela. ¿Lo ves como un formato pasajero, de moda, o que llegó para quedarse y desbancar a la TV?
Yo siento que la televisión no la va a desbancar nadie, en Uruguay… En Argentina pasó, pero siento que acá no va a pasar. A mí me parece que acá la televisión es la televisión y la radio es la radio. De hecho, yo hago streaming, hago televisión y me encanta todas las mañanas escuchar radio, picoteo en la tele, miro el estreno de un programa, veo lo que pasa. Streaming también miro, soy apasionada de lo que hago y me gusta ver qué se hace y cómo se hace. No solo estar en lo que está haciendo uno, sino mirar otros canales de streaming, de tele, de todo.
Yo elegí hacerlo porque me divierte. Nos llamó Germán, a Paccela y a mí. Yo nunca había trabajado con ellos; ellos son amigos, hoy somos amigos los tres. Este es nuestro tercer año. Cuando arrancamos, estaba apenas empezando el streaming acá. Ahora estamos en Océano, pero antes alquilamos los estudios entre nosotros. Es nuestra tercera temporada y teníamos ganas de hacer algo juntos y poder hablar de lo que teníamos ganas de hablar a un público que me parece que el streaming no le estaba hablando, que es más apuntado a los jóvenes, a la nueva generación. Nosotros queremos hablarle a la gente de nuestra edad. Hacer cosas que nos diviertan y no responder a nadie más que a nosotros.
Ahora estamos recontra contentos de estar en Océano. Es como decir: “Esto es mío, yo tengo ganas de hacer esto, ¿qué les parece?”. Con Germán y Pache nos sorprendemos en cada programa con una consigna que cada uno lleva y no nos decimos qué vamos a hacer, nos divertimos, la pasamos bien. Y, además, nos da la posibilidad de trabajar con gente que de otro modo no podríamos hacerlo, porque ellos dos están en el 12 y yo en el 10.

Noelia Etcheverry. Foto: Javier Noceti.
También has hecho teatro, dirigida por Adriana da Silva. ¿Qué te gusta de actuar?
Me desafía, me saca de mi zona de confort. No estudié teatro; hice teatro hace muchos años, después hice un curso de comediante, tengo una rutina de stand up escrita que ni idea dónde está. Hice algunas pequeñas presentaciones, hice algunos años en El Tinglado, pero cuando también estaba en Canal 10 y me llamaron para algunas obras especiales, pero no, nunca estudié nada. Me divierte mucho eso y me atraen los equipos humanos, o sea, di el primer paso con la producción de [Diego] Sorondo; son todos divinos. Adriana, el elenco que me ha tocado y este año redobló la apuesta, voy a estar en la obra La vida continúa [de Matías Del Federico y Daniel Veronese] con Leo Paccela, Coco Echagüe, entre otros, y Adrianita me va a dirigir nuevamente. Va a ser para la segunda mitad del año.
Hace cuatro años fuiste mamá de Olivia. ¿Cuánto te cambió la vida la maternidad?
Me cambió todo, me cambió la vida, me cambió las prioridades. Siento que, como mujer, me empoderó, no romantizando la maternidad, eh. Me sacó una cosa que yo todavía la estoy trabajando, pero como que vos tenés otra prioridad, la vida te cambia cuando tenés un hijo, ¿no? Entonces, ¿qué hacés? ¿Qué no hacés? ¿Con quién lo hacés? ¿Qué peleás cuando vas a pelear? Pelear en el sentido de pelear por lo de uno. Por primera vez renuncié a un trabajo, elegí otro, empecé a manifestar y a decir públicamente y frente a las personas que creo que tengo que hacer lo que quiero hacer, me siento más plantada.
Me dio también otras herramientas, como que antes “chiveaba” más que otra cosa y, si tenía que trabajar solo por viáticos, lo hacía. Ahora yo tengo una hija que va al jardín, una hija que también quiere a su mamá feliz, para que ella sea feliz. Entonces, yo quiero salir todos los días a mi casa a hacer lo que realmente me gusta, con un equipo que realmente me guste. Antes trabajaba 12 horas, no me importaba; ahora no.
Hablame de Olivita, tu emprendimiento personal, de utensilios de cocina para niños. ¿Cómo nace la idea? Emprender conlleva riesgos…
A nosotros, a nivel personal, nos habían pasado algunas cosas, proyecciones de objetivos familiares que no se nos habían dado. Teníamos encajonado hacer algo juntos con Fabri, tener un emprendimiento, tener algo nuestro. Y en un momento dijimos: “El foco no puede ir a un lugar solo. Vamos a emprender”. Sentíamos la necesidad, además, de tener algo propio, con todos los riesgos que eso lleva. Entonces, él empezó a estudiar un curso de importación y empezamos a ver el mercado; éramos nosotros dos solos. Literal, solos. Empezamos y de noche él estudiaba, y veíamos y qué podía hacer. Teníamos ganas y empezamos a traer muestras de productos que nos parecían que en el mercado uruguayo no había. Trajimos de todo para mirar, ¿viste? Dijimos: “En esta búsqueda, algo va a aparecer”. O sea, que al principio no apuntaba a ese nicho. Fue decantando.
En el medio de todo esto, estábamos cocinando con Oli. Ella está en la cocina desde que es muy chiquita y siempre le dan berrinches porque quería cortar y yo no le daba el cuchillo. Entonces le dije a Fabri: “Busquemos algo para comprarle. Vamos a regalarle unos utensilios para que ella tenga y pueda jugar en la cocina porque es un lío cada vez que va a cortar”. Ella es ariana, además, como yo. Dos arianas. Empezamos a buscar y digo: “No hay nada, no hay nada”. No hay nada como un kit, algo para que ella pueda cortar, que sea seguro, pero que sea real para que no la frustre. Mi marido se va a cubrir la Copa América y allá en Estados Unidos encontró un kit. Le dije: “Traé esto”. Y después le dije: “Nos veo vendiendo esto”. Porque, si no hay, ¿por qué no podemos nosotros dar el primer paso? “Vamos a ver qué pasa cuando se lo demos Olivia”. Cuando se lo dimos, ella cortó una banana, la peló, cortó, me miró, sonrió y ese momento en el que yo la tenía acá fue lo que me bastó para decir: “Es por este camino”. Y después empezamos a preguntarnos: ¿y por qué nadie dio el paso? “No lo sé, pero démoslo nosotros”.
Esto nos pasó a partir de una necesidad de nuestra hija y de brindarle un espacio con más autonomía, más independencia, pero que podamos seguir cocinando en familia, nació esto. Y dije: “Vamos a tirarnos al agua”. En una semana y media llegamos a todo el país. A los 19 departamentos y a pueblitos que vos no te imaginás, desde donde nos mandan mensajes. Todo fue por redes. En realidad, hay una nota que me hicieron en Algo que decir (en canal 12), y pasó que lo anuncié sin decir el nombre y se atrasó la importación. Y tenía 150 cajas vacías, armadas, porque se atrasó todo, que son cosas que suelen pasar y cuando uno graba, bueno, me la jugué y no salió, pero eso valió que una periodista de El País viera esa nota y me llamara para hacer una nota, y eso nos generó un montón de repercusión. La gente ya se siente como parte de una comunidad de familias y me mandan
audios, nos mandan fotos y videos y nosotros los compartimos y estamos recontra felices.
Te escuché decir que tuviste que dejar algunas cosas y salir de tu zona de confort para animarte a emprender. ¿Cuál fue la motivación para salir de esa comodidad?
Tuve que dejar La mañana en casa. Fue la decisión más difícil que tuve que tomar a nivel profesional y fue un paso importante. Ya cuando me llamaron para hacer La voz yo había tomado la decisión y el canal me pidió un tiempo y que no me fuera todavía. Fue un año de muchos movimientos en el canal, pero yo ya tenía la decisión tomada. Fueron varios meses de idas y vueltas en 2023. Yo me terminé yendo en abril del 24 después de grabar La voz, pero la decisión ya estaba tomada desde el 23. Eso tenía que ver con la idea de emprender, con la idea de crecer, con la idea de cerrar algunas puertas para que se abrieran otras.
A veces uno se queda aferrado. Yo he tenido mucha inestabilidad laboral… Creo que casi todos los que trabajamos en el medio, salvo alguna excepción, vivimos en esa de que no sabemos qué va a pasar el año que viene. Eso hace que uno se sienta inseguro, que no sepa. “¿Y si se me termina esto y lo otro? Yo también quiero tener lo mío y preciso tiempo y quiero trabajarlo, y si no es ahora, ¿cuándo?” Recuerdo que estaba haciendo una nota en La mañana en casa de una mujer que sacó un libro que se llama Soy monarca y hablaba de una contadora que dejó todo. Yo no era que quería dejar todo. Yo me proyecté en 10 años, como me veía en 10 años, y me fui a mi casa y dije: “¿Yo cómo me veo en 10 años?, ¿yo qué quiero hacer?”. Yo quiero tener algo propio. Para tener algo propio necesito tiempo, no puedo estar todo el día en el canal o en tantos proyectos. Entonces, cerremos un ciclo. Yo ya sentía que ese ciclo tenía que cerrarlo, pero también fue conmigo. Me puse a pensar un poco: “Bueno, si quiero estar en 10 años con esa foto que proyecté, hay que trabajar hoy y hay que empezar a dar pasos”. Y fue la primera vez que dije que no, o que cerré un ciclo. Además, fue el programa que me dio todo, el crecimiento profesional, la familia también; yo siempre estoy agradecida. Me dejaron ser y hacer, que eso no te deja cualquier programa.
En Algo contigo hablaste de las críticas e insultos en redes sociales. ¿Recibís mucho hate, como se dice ahora? ¿Y cuánto te afecta?
Yo estaba hablando en general. Tomaron un minuto de una nota que era mucho más larga, hicieron una nota de un reel de un minuto, y es lo que pasa. La gente empezó a escribir: “¿Quién te ataca?, ¿qué pasa?”. Y yo les contestaba uno por uno: “Hola, ¿cómo estás? Muchas gracias; no, la verdad que no, yo hablaba un poco en general de las redes”. Obviamente que cuando un portal levanta una nota o hace una nota, ahí puede haber hate. Yo elijo no leer esos comentarios, pero no es que me pasa que yo subo algo y la gente me está atacando. No me siento atacada. Hablaba de las redes sociales en general, de las personas que trabajamos en los medios, y cómo estamos expuestas y que a veces la agresión o el insulto está como justificada por ahí: “Y ustedes se exponen, bueno, bánquensela”. Venía más por ahí. Yo no me siento atacada.
Sí me pasa que a veces me cuestiono lo que voy a hacer o lo que voy a subir, y después digo: “A ver, son mis redes personales. Al que le guste, buenísimo, y, al que no, que dedique su energía a algo que sí le guste”, que es lo que yo hago con mis redes sociales. Yo sigo gente y cuentas que me gustan, que me inspiran, que me levantan el ánimo, que digo: ‘Ah, mirá qué bueno esto’, o ver lo que hacen colegas; me alegro de que les vaya bien. Y a nadie le gusta que lo insulten o que te digan una mala palabra o tal. Eso tiene más que ver con el otro que con uno, y es un ejercicio diario total. Sí recibo con gusto críticas constructivas para mejorar.

Noelia Etcheverry. Foto: Javier Noceti.
Vivís en Lagomar. ¿Es más parecido a vivir en Trinidad, por aquello de una ciudad sin grandes edificios?
¡Sí! Más verde, más arbolado, saco la playera, tomo mate, conozco a mis vecinos, va mi hija a jugar a la casita de un vecino… Yo vivo en un complejo de viviendas muy cercano, y a su vez está cerquita de Montevideo, entonces a nosotros nos cambió la vida. A mí me dio mucha paz. No me pesa ir a Montevideo. A veces hago un puzzle por la logística familiar, pero no volvería más a Montevideo. Es una ciudad que me abruma, que me estresa. Yo nunca me terminé de acostumbrar, pero, bueno, disfruto mucho vivir en la costa.
El mundo está cambiando a pasos vertiginosos, lo vemos en la serie Adolescencia, vemos cómo la inteligencia artificial (IA) está cambiando todo… ¿Cómo te imaginás a tu hija a los 20 años? ¿Y cómo te imaginás la sociedad uruguaya en un par de décadas?
Me asusta un poco lo de la inteligencia artificial. Le pedís algo y terminás hablándole como si fuera una persona que está del otro lado, y decís: “No, pero pará”, y es todo tan… Entiendo que bien usadas, como todas las herramientas, pueden potenciar, pueden ayudar, pero el uso excesivo de algunas herramientas como la IA pueden generar traumas en los niños, en los adolescentes, todo lo que tiene que ver con los estereotipos de belleza, por ejemplo. La gente que pasa su foto por un programa que te deja como de Pixar… Yo lo hice, me parece divertido, me da una ternura bárbara. Ahora, los estereotipos de belleza, todo lo que estamos haciendo, este camino en el que vamos avanzando, creo que acá retrocedemos. Nosotros que estamos expuestos, subimos una foto con 14 filtros, y… mejor no lo hagas. Es por otro lado, me parece. Yo estoy en un camino en el que trato de no usar eso. Obviamente que uno no muestra todo lo que le pasa en la vida, pero hay que ser lo más natural posible. Yo conecto con la gente cuando estoy en mi casa lavando los platos y contando que se me cayó el mate… No uso filtros, no me gusta.
¿Y a Olivia cómo te la imaginás en 20 años?
Ay, me la imagino siendo feliz. Es lo que proyecto, ¿no? Que haga lo que quiera, pero que sea feliz. Siento que voy a ser una mamá que va a estar ahí, que voy a poner mis herramientas como lo hago hoy para contraer un berrinche, para acompañarla en una etapa tan difícil… Me la imagino siendo feliz, haciendo lo que quiere, porque yo la voy a potenciar a que haga lo que quiera, pero voy a estar ahí.
Siento que va a conseguir todo lo que se proponga en la vida, no por idealizar, porque es ariana, porque le estoy dando herramientas de chiquita para que se exprese y para que ponga en palabras lo que siente. También venimos a romper algunos esquemas con la crianza. Antes era: “No llores, no digas, no hagas”, y ahora es como validar lo que el niño siente, darle un espacio para que hable, y siento que eso es un espejo al futuro. Si con cuatro años podés lograr que un niño te diga qué lo hace sentir triste… Yo todos los días me levanto y todas las noches lo hago y le digo cuán orgullosa estoy de ella. Y ella dice: “Soy valiosa, soy poderosa, soy inteligente, soy valiente”. Te lo juro. Lo hacemos de chiquita frente al espejo, yo se lo hago desde muy chiquita, siempre le digo: “No sos más que nadie, pero vos valés, vos podés”, y cantamos una canción que es muy conocida en Instagram. “Soy grande, soy fuerte, soy muy inteligente; yo quiero, yo puedo, y yo me lo merezco”, dice la canción. Es hablar del merecimiento de las cosas, también que tiene que ver con la inteligencia emocional. Es algo que nosotros no tuvimos, y está bueno. Creo que eso va a ser que ella en el futuro tenga otras herramientas y que sea feliz, que haga lo que quiera.
¿Sos feliz?
Refeliz, con mis días en los que digo “paren el mundo que me quiero bajar”. Pero trabajo en lo que más amo, que me costó mucho llegar a donde estoy, y lo valoro todos los días, y no naturalizo que entro a la puerta del canal cuando estoy haciendo La voz. Agradezco todo el tiempo: tengo mi casa, tengo mi familia, llego a mi casa y tengo a mi hija y a Fabri. Fijate que yo me senté con él un día a cenar —ayer mismo se lo dije—, le dije: “Yo me senté contigo a cenar, y ya sabía que serías el padre de mis hijos”. Y elegimos tener un hijo, porque lo deseamos; Olivia es una hija deseada. Tenemos salud, tenemos a mis viejos, voy a Trinidad, sigo viendo a mis amigos, vuelvo a conectar con ese lugar en el que nací, y del que no me olvido.
Por César Bianchi
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