Por The New York Times | Emma Goldberg
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Lo que nadie le dijo a Rebecca Villasana-Espinoza sobre convertirse en madre era cómo podía transformar las banalidades de la vida cotidiana en el cuco, creando todas esas nuevas posibles amenazas que acechaban en los pasillos de la tienda de comestibles, o en un paso en falso en la consulta del pediatra. Tener un recién nacido era como tener una colonia de nuevas ansiedades implantadas en su mente. ¿Estaba alimentando bien a su hijo, utilizando las lociones sin productos químicos adecuadas, planteando las preguntas correctas a su médico?
Las redes sociales y los intercambios de mensajes de texto sobre el escepticismo ante las vacunas se combinaron para agudizar esa angustia. Villasana-Espinoza, de 29 años, que vive en la zona de Atlanta y tiene una hija de 1 año, no se planteó ser madre mientras, a su alrededor, la gente abrazaba el escepticismo médico con nueva ferocidad.
Villasana-Espinoza estuvo hace poco en una cena de la iglesia, un acto semanal en el que las familias pagan 5 dólares y traen a sus hijos para disfrutar de bulliciosas comidas con grandes raciones de pasta o ensalada de tacos. Una madre se sentó a la mesa y sacó su propia botella de leche cruda. Villasana-Espinoza, quien había crecido en una zona rural y había enfermado varias veces por beber leche cruda, se quedó sorprendida. Su iglesia es conservadora, pero sus tienen opiniones bastante convencionales sobre la salud. Lo de la leche cruda le pareció un mensaje subliminal de “Make America Healthy Again”, el lema y el ethos que ahora es también una comisión presidencial dirigida por el secretario de Salud Robert Kennedy Jr.
En el viaje en coche de vuelta a casa, Villasana-Espinoza y su marido hablaron del momento de la leche cruda, y de si era probable que esa familia se vacunara.
“El diagrama de Venn de quien bebe leche cruda y quien piensa que las vacunas son malas para la salud es básicamente un círculo”, recuerda haber dicho Villasana-Espinoza.
Convertirse en madre significa ahora enfrentarse a un montón de voces —en las pantallas de los teléfonos y en Reddit, pero también en la escuela y en la iglesia— críticas con el sistema médico, incluidas las de personas escépticas sobre las vacunas y fanáticas de beber leche cruda. Los médicos afirman que durante la pandemia de COVID-19, grandes grupos de personas, sobre todo padres, perdieron la confianza en los expertos y empezaron a investigar sobre formas no convencionales y desacreditadas de cuidarse.
Muchos se han visto envalentonados por Kennedy, un escéptico de las vacunas desde hace mucho tiempo. Ante el descenso de las tasas de vacunación entre los niños estadounidenses en edad preescolar, Kennedy aconsejó a los nuevos padres que “investigaran por su cuenta” antes de vacunar a los bebés. Anunció que su candidata a cirujana general era Casey Means, quien se formó como médica antes de convertirse en influente y crítica de las instituciones médicas. Su ascenso, para muchos, legitimó el tipo de escepticismo que estaba complicando tanto la vida a madres como Villasana-Espinoza.
Lo que resulta especialmente confuso para algunas madres primerizas es que muchas de las voces que cuestionan las convenciones médicas están cerca de casa, en grupos de “madres locales” de Facebook e incluso en mensajes de texto de amigos íntimos. Distanciarse de las teorías dudosas sobre la salud no es cuestión de darse de baja de pódcast o canales de YouTube. Es cuestión de discrepar con las madres en el parque infantil. Significa que la experiencia de la nueva paternidad está plagada de nuevas razones para dudar de uno mismo y aislarse.
En un momento ya políticamente polarizado, muchos se están dando cuenta de que el movimiento MAHA hace el terreno más resbaladizo. Al igual que las divisiones partidistas, las opiniones enfrentadas sobre la salud se han convertido en su propia fuente de tensión social. Una mujer descubre de repente que las opiniones de su vecino sobre la salud parecen desvinculadas de la realidad; alguien que se desplaza por las redes sociales ve bruscamente que un amigo íntimo promueve una teoría que considera no solo objetable, sino peligrosa para la salud de toda la clase de la guardería.
“Muchos de los mensajes están diseñados para dirigirse a las madres”, dijo Villasana-Espinoza. “No puedes ir por el pasillo del supermercado sin pensar: ‘Oh, esto es sin transgénico, deberías usar silicona, en realidad deberías usar vidrio’. Ya estás tan estresado por todo lo que haces. Aquí hay alguien que te dice: ‘Bueno, en realidad estás bombeando todas estas sustancias químicas nocivas en el cuerpo de tu hijo’”.
Ya de por sí, las madres tienen muchas más probabilidades que los padres de ser quienes toman las decisiones médicas en sus familias. Y el 84 por ciento de las madres buscan consejos sobre crianza en las redes sociales, según un sondeo de la Universidad de Míchigan. Investigadores pediátricos de esa universidad encuestaron a más de 600 padres de niños menores de 4 años para averiguar por qué este grupo acudía a las redes sociales en busca de consejo médico. Los investigadores descubrieron que los nuevos padres solían estar abiertos a creer información contraria a la sabiduría convencional y a las ideas preconcebidas. Algunos, en concreto, querían hacer las cosas de forma distinta a como las hacían sus padres. Mientras tanto, las páginas de las redes sociales tienden a amplificar las voces poco ortodoxas y a restar importancia a las que comparten conocimientos médicos.
“Imagina a una madre joven algo ansiosa por hacer lo correcto”, dijo Sarah Clark, codirectora de la Encuesta Nacional sobre Salud Infantil del Hospital Infantil CS Mott de la Universidad de Míchigan. “Puede que vea más información a favor de no vacunar que a favor de vacunar”.
Ari Brown, pediatra de Austin y vocera de la Academia Estadounidense de Pediatría, se ha encontrado asesorando a decenas de madres primerizas que nadan en una piscina de desconfianza médica pospandémica, en la que se sorprenden al descubrir que se incluyen amigos íntimos y familiares. “No estás familiarizados con las enfermedades que previenen las vacunas y eso es porque las vacunas hacen su trabajo y eliminan silenciosamente esas enfermedades de nuestro mundo”, les dice Brown. “A menos que tu abuela sea pediatra, no estoy segura de que tomaría su palabra al pie de la letra”.
Cuando Brown pregunta a sus pacientes qué personas influentes en las redes sociales les están exponiendo a información errónea, las respuestas no suelen ser precisas: “La gente no busca este contenido”, dijo. “Aparece en sus redes sociales”.
Los calendarios de vacunación
Cuando Carly Day, de 34 años y madre de dos hijos, se mudó a Fort Worth, descubrió que los grupos de madres en las redes sociales eran un salvavidas. En los grupos de Facebook, podía preguntar: “¿Quién es un buen pediatra local?”. “¿Dónde manda la gente a sus hijas a clases de baile?”. Pero en los últimos años, y sobre todo en los últimos meses, ha visto cómo en esos grupos circulan mensajes que plantean todo tipo de ideas dudosas sobre la medicina. Hay madres que preguntan qué pediatras retrasarían los calendarios de vacunación o renunciarían totalmente a las vacunas. Hay madres que preguntan dónde pueden comprar leche cruda.
Las tensiones en los grupos en línea de madres de Day empezaron a aumentar durante los confinamientos por la covid. En un grupo de Facebook, en otoño de 2020, Day observó que una madre de la zona estaba cada vez más enfadada por los requisitos de mascarilla en la escuela. La madre publicó fotos de un miembro del consejo escolar fuera de casa, en un partido de fútbol de los Dallas Cowboys, y fue expulsada del grupo por provocar enfrentamientos.
Lo que ha irritado a Day es el sentimiento mojigato que subyace en parte de la desinformación médica que encuentra. Al leer los mensajes de otras madres sobre las prácticas médicas que consideran más “holísticas”, Day se pregunta si está haciendo todo lo que puede para proteger a sus hijos.
“Hay tantas comparaciones e intentos de estar a la altura de los demás”, dijo Day, y añadió que ahora puede parecer que se trata de estar al día con los retrasos en los calendarios de vacunación de los otros. “A nuestros padres les asustaba el ‘peligro de los extraños’. Siempre hay algún tipo de pánico moral en cualquier generación de madres. Éste es el pánico moral de nuestra generación”.
En el parque infantil o durante las reuniones de su grupo de ejercicios de madres, Day ha intentado discernir sutilmente las opiniones de la gente sobre cuestiones médicas como las vacunas. Lo hace escuchando la forma en que hablan de temas relacionados, como la forma en que cuentan las historias del nacimiento de sus hijos. Observa los tentempiés que las madres sacan de sus bolsas. Estas son señales, explica, de cómo podrían ver en general el movimiento “Make America Healthy Again” y algunos de los temas en los que se centra, como los microplásticos y los alimentos ultraprocesados.
“La gente lleva un parto sin medicación como una insignia de honor”, dijo, recordando cuando otras madres hacían comentarios de lástima sobre personas que habían tenido partos hospitalarios, incluidas cesáreas (Day ha tenido dos) —“Oh, siento que no hayas tenido un parto natural”, comentaban— o ponían los ojos en blanco ante los aperitivos procesados con comentarios como: “Mi hijo ni siquiera sabe lo que son esos snacks”.
A Sarah Cann, de 40 años, madre de dos hijos en el suroeste del país, no le gusta meterse en discusiones en las redes sociales, pero se siente inquieta cuando ve publicaciones sin fundamento de quienes considera sus amigos en la vida real. Cuando una amiga de la universidad publicó un video en el que aconsejaba a las mujeres que renunciaran a los exámenes pélvicos, advirtiéndoles sin pruebas de que podían exponerse a la radiación, Cann no se contuvo: “¿Han hackeado tu página?”, escribió. “¿De dónde viene esto?” Cuando otras dos mujeres se lanzaron a criticarla, la amiga borró su mensaje.
La propagación del sarampión en el suroeste ha hecho que el escepticismo ante las vacunas en este tipo de grupos de redes sociales sea más angustioso. “El sarampión es un tema actual”. dijo Cann. “Estás llevando a esos niños a un espacio público”.
Las opiniones de los amigos
Incluso algunas de las madres que se identifican a sí mismas como “hippies” —las que usan pañales de tela y hacen su propia granola y rechazan los aceites vegetales y hablan a quien quiera escucharles de su parto sin medicación— encuentran el nuevo terreno de las “madres MAHA” difícil de analizar.
Terésa Woods, de 37 años, ha trabajado como masajista y vive a una hora de Portland, Oregón. Woods se llama a sí misma con orgullo “mamá de la tierra”. Vive en el bosque y ha probado la danza extática. Forma parte de un subreddit llamado “Moderadamente Granola”. Estudió fitoterapia, a la que se sintió atraída porque encontró la “curación holística” más útil que los enfoques médicos convencionales para su propia enfermedad autoinmune y su ansiedad. Pero Woods, cuyo bebé tiene casi un año, se negó rotundamente a la idea de no vacunar a su hijo.
“Pertenezco a algunos círculos bastante hippies, lo cual tiene mucho valor, pero hay una tendencia a que se cuelen teorías conspirativas”, dijo Woods. “Cuando tuve a mi hijo hace un año, me di cuenta de que de ninguna manera iba a dejar de vacunarlo. Si contrajera algo que yo hubiera podido evitar, nunca me lo habría perdonado”.
Tener un hijo hizo que Woods comprendiera mejor la interconexión entre sus propias decisiones médicas y las de todos los que la rodeaban, el riesgo que podía correr su bebé si otros a su alrededor no se vacunaban y luego enfermaban. Le preocupa lo que hará cuando su hijo tenga edad suficiente para ir a la escuela. Desearía que las madres como ella, que desconfían de las autoridades médicas, pudieran compartir consejos y apoyo entre ellas sin dejar de afirmar principios básicos, como el valor de las vacunas.
“Si vas a los cementerios, hay muchos niños muertos y están ahí por culpa del sarampión y la rubéola”, dijo Woods (refiriéndose, añadió, a niños que murieron hace mucho tiempo). “Se puede hacer un gran daño con la perspectiva antivacunas al no recordar esa parte”.
Al mismo tiempo, añadió: “No quiero que un médico me condene injustamente por ser escéptica porque simplemente no lo sé”.
La paternidad siempre ha sido una fuerza que modifica los valores y reorganiza las amistades. Pero ahora no es solo una etapa de la vida la que amplifica ese cambio, sino también las voces médicamente escépticas que están en ascenso político y cultural.
Woods tiene una amiga íntima, una cuasi hermana, Katy Budd, que vive al otro lado del país, en Nueva Jersey. Las dos se mantienen en o dejándose mensajes de voz en video a través de la aplicación Marco Polo. Budd se preparó para su embarazo leyendo The vaccine book, que ayuda a los padres a investigar y, en algunos casos, a retrasar o renunciar a las vacunas. Budd decidió no vacunar a su hijo de 2 años.
Budd cree que Woods es una de las pocas personas que conoce que comprende su malestar con elementos de la medicina moderna; ambas querían tener partos naturales para poder controlar el proceso, pero las dos acabaron teniendo cesáreas por complicaciones. Están de acuerdo en muchas cosas. Pero cuando surge el tema de vacunar a sus hijos, discrepan educada y firmemente, sin persuadirse la una a la otra.
“Nuestras conversaciones son un intercambio de opiniones: somos adultas que pensamos con firmeza y respetamos los puntos de vista diferentes”, dijo Budd. “A las dos nos desconcierta el sistema médico estadounidense en lo que se refiere al parto”.
De vuelta en Atlanta, Villasana-Espinoza también ha tropezado con desacuerdos con personas a las que quiere. Una amiga íntima tuvo un hijo hace un año y desde entonces parece más atraída por teorías médicamente dudosas. Le dijo a Villasana-Espinoza que le preocupaba que no hubiera suficiente información sobre las vacunas y que había optado por retrasar ciertas vacunaciones de su hijo. Seguía queriendo reunirse cuando su hijo estaba enfermo. Sus sentimientos parecieron heridos cuando Villasana-Espinoza canceló los planes.
En lugar de reunirse semanalmente, ahora se ven una vez al mes o cada dos meses, lo que añade una nueva capa de incomodidad a su relación.
“Tengo amistades establecidas desde hace mucho tiempo que quiero mantener”, dijo Villasana-Espinoza. “Pero se han convertido en personas muy diferentes. Ha sido duro”.
es una reportera de negocios que cubre la cultura laboral y las formas en que el trabajo está evolucionando en una época de cambios sociales y tecnológicos.
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