Contenido creado por Mariana Malek
Cultura

Un viaje a la Isla de Encanta

Pixies en Uruguay

¿Cómo definir en un par de párrafos lo que significó la experiencia Pixies para las personas que concurrieron ayer al Teatro de Verano? Desde que sonaron las primeras líneas de bajo de "Bone Machine", el público se rindió a la magia de un puñado de canciones que entraron a la vez por los oídos y el corazón, en un viaje emocional que dejó los cuerpos agotados y rostros con una sonrisa de incredulidad pintada.

08.10.2010 15:08

Lectura: 3'

2010-10-08T15:08:00-03:00
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La banda de Charles Thompson (Frank Black), Kim Deal, David Lovering y Joey Santiago es uno de esos grupos que marcan un antes y un después en la vida de sus fanáticos, uno de esos raros ejemplos en los que uno puede decir que la música realmente puede cambiar la vida.

Aunque puede resultar difícil de comprender para quienes no estén metidos de lleno en el universo Pixies, la experiencia vivida en el Teatro de Verano fue única, y está vinculada con un tipo de emoción en la que no entra ningún tipo de comprensión racional. Para los que nos entregamos desde el inicio inconfundible de Bone Machine a la catarsis de Planet of Sound, el segundo bis, fueron 90 minutos de redención, una hora y media imparable en la que el tiempo se suspendió para recordarnos las canciones que nos ayudaron a crecer y enamorarnos de la música.

Cada fan de los Pixies se apropió de la experiencia de ayer en una forma única y personal. Cada uno creyó que lo que sentía era especial e inigualable para los demás, y cada cual tenía razón. Al final, la única conclusión posible fue maravillarse de que algo tan intuitivo como la música pudiera lograr una respuesta tan fuerte y tocar en forma directa las fibras íntimas que nos hacen emocionar.

Lejos de la parquedad que la prensa les atribuyó en sus últimas giras europeas, los cuatro de Boston se mostraron distendidos, sonrientes y hasta se permitieron unos cuantos chistes al final de un show agotador, generoso y que los mostró en estado de gracia pese a la década de inactividad y la inexistencia de temas nuevos.

El recital de Pixies fue una montaña rusa de emociones, pasando del punch directo de los primeros hits (Wave of Mutilation, Debaser, Monkey Gone to Heaven, Here Comes Your Man) al romanticismo cadencioso de Hey -con la guitarra de Joey Santiago lastimando el corazón a puro vibrato-, luego a la descarga liberadora de Tame, Isla de Encanta o Vamos, hasta llegar al clímax del primer bis, en el que Where is my Mind? arrancó alguna lágrima de emoción y Gigantic convirtió la multitud en una marea agradecida. El resto es silencio.

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